Hamilton: bye bye baby

En una íntima conversación con su Yamaha, hoy Valentino Rossí se ha despedido de la máquina (símbolo de un equipo de personas) con la que ha compartido siete temporadas y ha ganado cuatro títulos mundiales; en la ceremonia orquestada por el equipo, todos se pusieron una camiseta amarilla con las palabras de despedida: "bye bye baby".

Sin camisetas, también hoy McLaren se ha despedido de los títulos de este años: el de constructores ya es matemáticamente de Red Bull, porque saca una ventaja superior a los 43 puntos que se repartirán en Abu Dhabi (felicidades a todas aquéllas personas que, pese las cagadas de Horner y Marko, habéis seguido creyendo en la escudería de la bebida energética, especialmente a quienes desde la blogosfera habéis representado su nombre: entre ellos, Ricard).

Respecto al campeonato de pilotos, Button, con asalto nocturno incluido, ya se ha despedido de ninguna opción matemática.

A Mac Laren sólo queda Hamilton con una vaga esperanza, remota, tan remota que es prácticamente imposible. Para poder hacerse con su segundo título (e igualar a Alonso, que seguro que le gustaría) las escasas opciones del inglés pasan por que él sea el primero en ver la bandera de cuadros en Abu Dhabi; pero como ya no depende de sí mismo (sólo Fernando está en esa situación), necesita además esta carambola a tres bandas:

• que Fernando Alonso no puntúe, y
• que Webber quede 6º o más atrás, y
• que Vettel quede 3º o más atrás.

Prácticamente despedido, debo reconocer otra vez (la anterior fue el post "la madurez de Hamilton") que ha cambiado como piloto: otra vez esperábamos una salida en que, con una esperada agresividad, se llevara por delante a los Red Bull, y de hecho me dio la impresión que incluso Fernando dejaba un pequeño espacio para ver el espectáculo sin que le salpicaran los trozos de los coches azules deshaciéndose a jirones por el asfalto de la S de Senna. Y después, detrás de Hulkenberg, ha cedido en varias ocasiones para evitar un toque, hasta el extremo de no poder adelantar al de Williams (que al final ha entrado 8º), sólo cogiendo su posición cuando abandonó la pista para entrar en el pit lane.

La madurez de Hamilton deja atrás sus pataletas de niño mimado (insultos por la radio, volante que vuela por encima del morro plateado, retos a su director de equipo...) y nos va a permitir disfrutar de esos esperados duelos en la pista entre él y Fernando, cada uno con una representativa escudería con aspiración de ganadora: hoy se ha escrito un capítulo más de este nuevo libro, en que Alonso ha jugado con él, presionándole hasta hacerle cometer ese mínimo error que ha aprovechado sabiamente para ganarle la posición y, a partir de ahí, mantener una distancia insalvable, incluso después del SC, cuando Hamilton calzaba gomas nuevas.

Personalmente disfruto mucho más con la satisfacción de esos adelantamientos, que en la etapa anterior en que lo esperado y deseado era ver a Hamilton por la puzolana, porque, entre otras cosas, eso suponía un frustrante reconocimiento de la incapacidad de pasarle en carrera. Por tanto, hoy podemos decir que con coches bastante similares, Fernando le ha ganado otra vez la partida a Lewis, adelantándole en carrera.

Ahora el campeonato es cosa de tres, un Ferrari que sólo depende de sí mismo (haciendo 1º y 2º ganaría, lo que le deja poco margen para el error) y dos Red Bull dispuestos a demostrarse a sí mismos hasta que punto la vanidad individual puede echar por tierra un buen proyecto. Desde luego que Hamilton será todavía juez de la última carrera y puede tener voz y voto en el resultado final: si la ganase, a Fernando le bastaría entrar 5º para hacerse con el título mundial: ¿será capaz de intentar ese esfuerzo por su antiguo compañero de escuadra?.